LIBERTAD CONDICIONAL

Libertad, libre albedrío… en teoría todos tenemos derecho a ser libres, pero ¿cuántos lo son? Muy pocos, sin duda.

Dice el refrán que “no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”, emulando algo parecido para la libertad podríamos decir también que “no es más libre el que disfruta de más derechos, sino el que menos obligaciones tiene”; y luego viene la espiral de derechos que nos enrola indefinidamente en más y más obligaciones.

Derecho a trabajar, a votar y a ser votado, a casarnos y a divorciarnos, a tener hijos o adoptarlos, a tener vivienda, a tener una educación… La lista de obligaciones derivadas de estos pocos derechos es mucho más larga, y es que todo derecho conlleva obligación, por tanto, si queremos ser rigurosos al “Estado de Derecho” habría que añadirle el “Estado de Obligación”, por justicia.

El trabajo, la pareja, la familia, la hipoteca, la carrera… son elementos que como mínimo suponen un “toque de queda”, como en un “Estado de Sitio”, que nos prohíbe estar dónde realmente queremos cuando nos apetezca… como convictos en prisión esperando la hora de salir al patio o recibir una visita. Se trata del confinamiento en la oficina, en casa o en la universidad; y lo peor es que es consentido, y más que eso, deseado.

Vivimos en un diario “arresto domiciliario”, “oficinario” o “universitario”… provocado por nosotros mismos y diseñado por la civilización, para hacernos funcionar con un modelo concreto de sociedad, como en “The Matrix”.

Se me acaba el tiempo… tengo que volver…, he aprovechado unos minutos para escribir esta reflexión, pero he de regresar; recordad que estoy, como vosotros, en “libertad condicional”.

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