DESTIERRO MENTAL

«Personalidad»… ¡qué cosa más compleja!; todos creen que la tienen, y como mínimo la quieren tener; pero lo más difícil y que muchas veces no tenemos presente es conservarla, mantenerla fiel a sus principios básicos.

Partiendo de la base de que todos los seres humanos tenemos personalidad, porque todos somos diferentes, normalmente nos referimos a aquellos individuos con cualidades especialmente diferentes de las de la mayoría, convirtiéndoles a menudo en carismáticos. En mi opinión intervienen, principalmente, dos cosas: la estructura interior y el grado de conformidad con la opinión de los demás… es decir, el grado de aceptación de la perspectiva ajena.

La personalidad se va alimentando de las experiencias vividas, de las opiniones de los que nos rodean, ya sea por afinidad o diferencia, y de la observación del medio. Para mí la personalidad es, además, la capacidad de mantenerse fiel a nuestra estructura interior, a lo que llamamos principios; que si bien podemos evolucionarlos, debe ser por iniciativa propia y no ajena. De este modo la toma de decisiones debe ser propia, y es que siempre he pensado que la vida es una continua toma de decisiones, en la que tenemos dos opciones: decidir nosotros o que decidan por nosotros; siendo ésta última el virus de nuestra alienación; muchas veces buscada para disfrazarnos de «gente normal» y pasar desapercibidos por la Tierra.

La aceptación de las necesidades de los que nos rodean, si previamente ha pasado el filtro de nuestra conformidad, y el hecho de satisfacerlas se alinea con nuestros principios, puede incorporarse a nuestra personalidad, en la que el TOP podría ser la búsqueda de la felicidad propia haciéndoles u observándoles felices con nuestra existencia. Pero se trata de una postura activa, no pasiva… contaría con nuestra consideración o visto bueno…

La principal falta de sintonía con los demás, yo la encuentro en la falta de comprensión, bien nuestra de la postura de los demás, bien de los demás de nuestra postura; siendo ésta la más frustrante, porque todos tenemos una necesidad mínima de ser comprendidos, de ser aceptados. Esta falta de comprensión, ya sea real, o sospechada, nos lleva directamente a la soledad.

Me gusta especialmente cómo dibuja la «soledad» Sofía Coppola en «Lost In Translation», en la que su protagonista siente la más absoluta soledad precisamente estando en la ciudad más poblada del mundo.

Esta soledad es la que vivimos de manera consciente o no, por tiempo indefinido, en un destierro mental en el que podemos mantenernos pasivos esperando a que la Divina Providencia lleve la ansiada comprensión a los demás, terminando en una improbable catarsis total… o por el contrario tomar las riendas de nuestro futuro, y participar de manera activa en una continua acción de comunicación, no buscando adoctrinar o imponer, sino ofreciendo nuestras ideas de manera que finalmente puedan ser aceptadas como una opción, una necesidad o una solución, compatible en la interactuación con los demás.

Esta aceptación o compatibilidad será la que convierta la personalidad en carisma, llegando incluso de este modo a despertar un gran magnetismo.

No obstante, no estoy muy seguro de que sea posible la repatriación, y lo que es peor, si es un objetivo pretendido realmente; aunque tengo esperanza de que sea así. El propio Woody Allen dice que algunas de sus películas son una «masturbación artística», que no pensó jamás en el público… pero si fuera así, ¿por qué las distribuyó para que fueran visionadas en cines y TV?… supongo que la única respuesta es que buscaba salir de su propio destierro.

Buena Suerte.

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