Un año luz es una distancia muy grande unos nueve billones y medio de kilómetros, pero además es una medida de tiempo, concretamente del desfase de tiempo con el que vemos el universo
Pues sí, es curioso, pero la visión que tenemos del universo no es en directo, sino en diferido El brillo de las estrellas que miramos realmente se produjo hace unos cuantos años, cada titileo es viejo alguno incluso más que nosotros mismos.
La peor parte de todo esto consiste en que quizás nuestra estrella favorita ya se haya apagado, precisamente esa en la que nos fijemos esta noche de insomnio por su destello policromático, producido hace 30 años y que nos llega ahora a las 3 de la mañana de otro siglo como si realmente estuviera haciéndonos un guiño en este preciso instante y sin embargo se apagó hace 12 años y todavía tardaremos otros 18 en darnos cuenta aquí en la Tierra
Si a esas súper-distancias les añadimos que no podemos viajar a la velocidad de la luz nos encontramos con que tardaríamos siglos en alcanzar esas estrellas por tanto nos damos cuenta que la lejanía nos la marca más el tiempo que la propia distancia.
Así a veces nos sentimos tan lejos estando tan cerca porque aún viviendo en el mismo planeta, se nos hace eterno cada segundo que no estamos juntos es el tiempo el que nos separa, no la distancia para salvar las grandes distancias sólo hay que tener un vehículo suficientemente rápido tu corazón es ese vehículo, y en él viajo en primera clase a la velocidad de la luz.