EMANCIPACIONES ENERGÉTICAS

En la unión está la fuerza… ¿para desunirnos de la fuerza del sistema? Este juego (intencionado) de palabras no es una afirmación, sino una pregunta; las preguntas buscan respuestas a dudas; y las dudas surgen cuando parece que todo el mundo está encantado con algo. Ese algo lo constituyen las «comunidades energéticas», y si con ellas se pretende una mayor independencia, y, a la vez, aquellos de los que se busca dicha «emancipación» están diciendo que ese es «el camino», parece que tenemos motivos suficientes para dudar.

El mito
El término «comunidad» siempre lo hemos utilizado para afrontar juntos grandes retos. De hecho, la sociedad no sería tal, si no fuese por las comunidades, y la agrupación de ellas en otras mayores. El factor común es la «unidad», y con ella todos buscamos un mundo mejor.

Tenemos un nuevo reto a superar: la transición energética, que implica la independencia energética de España y de la Unión Europea, que ha tomado especial relevancia desde la invasión de Ucrania. Pero también implica la sostenibilidad medioambiental y el ahorro económico, en el peor escenario de la historia en cuanto a precios de la energía.

Está claro que las comunidades energéticas ofrecen independencia, sostenibilidad y ahorro; y, por si fuera poco, otorga a la ciudadanía una bandera o una pancarta con la que manifestar su desacuerdo con el sistema eléctrico vigente. Estamos por tanto ante una solución magnífica, que además nos permitirá trabajar juntos para hacerla realidad.

La realidad
La conjunción de las circunstancias actuales hace que las comunidades energéticas resulten muy interesantes, porque se basan en la generación de energía a partir de fuentes renovables, fundamentalmente fotovoltaica, para, comunitariamente, ahorrar en costes energéticos, mientras se contribuye en la independencia energética y en la lucha contra el cambio climático.

No obstante, el consumo energético global en electricidad aumenta cada 4 días el equivalente al consumo de una ciudad como Valencia; y, aunque a priori podría parecer que las comunidades energéticas harían reducir el consumo, no hará sino estimularlo, al percibir los usuarios que con la generación renovable compensarán el aumento de consumo; y también porque convertiremos en consumo eléctrico tanto el consumo de gas como el de combustible para automóviles.

Dicha conversión debería ser positiva a efectos medioambientales, porque cada kWh evitado de energías de origen fósil, supone CO2 que no se emitirá a la atmósfera. Pero esto no será exactamente así, sino que una parte de la energía eléctrica va a seguir teniendo un origen fósil proveniente de las plantas de ciclo combinado (gas natural). Teniendo en cuenta el mix energético actual sería cerca del 20%, lo cual supondría un 80% de reducción de emisiones en los consumos reconvertidos a eléctricos, tales como los de calefacción y de vehículo eléctrico.

Pero es precisamente el inminente aumento de la velocidad de crecimiento de dicho consumo eléctrico, que superará en mucho a la actual, sumado tanto al cierre previsto de centrales nucleares, como al diferido en la sustitución de la generación de energía, y a una creciente dependencia de las condiciones meteorológicas, lo que provocará un aumento de la contribución de la generación de ciclo combinado al mix energético nacional, entrando en una peligrosa espiral; porque a más ciclo combinado, más emisiones de CO2, mayor dependencia energética de terceros países, y mayor precio.

La técnica
Técnicamente, al colectivo de ingenieros nos gusta (y convence) el sistema de comunidades energéticas, porque posibilita acercarnos a la ansiada generación distribuida. Y es que siempre hemos defendido las energías renovables, aparte de por su sostenibilidad, porque permite generar cerca de la demanda, porque permite a territorios menos desarrollados industrialmente generar su propia energía, y porque posibilita acceder al sistema incluso a los pequeños productores.

Pero debería preverse que la proliferación de estos sistemas, provocará como hemos comentado antes, un aumento del consumo eléctrico, y en base a esa demanda habría que dotarse de un sistema fuerte y estable, que dé prioridad a las centrales nucleares existentes frente a las de ciclo combinado, tanto para reducir las emisiones de CO2 como para reducir el precio y la interdependencia; pero sobre todo, y hasta que se desarrolle más el almacenamiento energético, para la estabilidad del sistema eléctrico.

Por tanto, la técnica nos recomienda un sistema basado fundamentalmente en energías renovables, con comunidades energéticas, con apoyo nuclear, y haciendo que la contribución de ciclos combinados de gas se vaya reduciendo paulatinamente.

La esperanza
La Comisión Europea propone revisar y reformar el sistema energético de toda Europa, en principio para desvincular el precio de la electricidad del precio del gas, así como para independizarnos del gas extranjero (fundamentalmente ruso). Y esto hará que la electricidad sea más asequible para todos.

También la Comisión Europea incluyó la energía nuclear como energía verde, hace apenas unos meses. Y aunque esto en principio parezca un sinsentido, está claro que la energía nuclear será una de las claves para poder realizar la transición energética (que supone la sustitución total de las energías del planeta por energías renovables), y para alcanzar los objetivos de reducción de emisiones atmosféricas para 2050.

La gran esperanza reside en que, teniendo en cuenta todo lo expuesto, las comunidades energéticas puedan extenderse por todo el territorio rural y urbano, que puedan cederse y compartir energía entre sí; y que no se permita el aumento de la presencia del ciclo combinado en nuestra estructura de generación.

Como conclusión, no podemos permitir que las toneladas de CO2 que se evitan gracias a las iniciativas de comunidades energéticas, acaben escapando por la chimenea de las plantas de ciclo combinado que han provocado, además de un repunte imperdonable de emisiones atmosféricas, la pérdida de poder adquisitivo de todo el país por la salvaje e inconcebible escalada de precios de la energía.

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